Homenaje desde el punto de vista de la fotografía a Gabriel García Márquez, uno de los mejores autores de lengua castellana que nos abandonó después de darnos algunos de los mejores libros que podemos leer en estos tiempos.
Cien años de soledad es uno de los libros que más veces he leído, casi tanto como el Quijote, La regenta o Rayuela de Cortázar. Conozco a muy poca gente que no les guste el ritmo y las palabras del libro, y llegué a conocer a una persona que jamás se lo quiere terminar porque no puede imaginar su final. Es un libro tan rico en imágenes y matices que es muy difícil llevarlo al cine, pues fácilmente quedaría ridículo, pues es muy complicado narrar la historia sin caer en la exageración pueril y en la cursilería, algo que sólo el lenguaje de Gabo, como le llamaban los amigos, podía hacer con semejante historia. Las pruebas son las pocas películas que se han hecho a partir de sus libros y lo mal paradas que han salido. Lo triste es que a partir de hoy ya se estarán peleando por recrear un mundo que sólo puede existir en la imaginación del lector. Y todo a pesar del amor que le tenía al cine.
Su relación con la fotografía
A pesar de su popularidad y del premio Nobel de Literatura que le entregaron en 1982, sobre todo por su libro inmortal, nunca le gustó el mundo de la imagen. Cuentan, y muchos lo hemos visto, que rehuía de las cámaras, fruto de una timidez exagerada que convertía en pura grosería. Nunca quería aparecer ni recibir más premios que le obligaran a dejar sus funciones y aficiones. No llegó a ser tan exagerado como Salinger, otro que odiaba a la cámara de fotos, pero no dudaba en taparse la cara o alzar el dedo corazón cuando algún imprudente se llevaba la cámara a los ojos delante de él.
Pero cuando le convencían, o estaba con sus amados amigos, posaba con todas las ganas del mundo, hasta con una primera edición del CADS (Cien años de soledad) como sombrero, y con una cara consciente de la carga que tenía encima por escribir semejante libro. Afortunadamente no se dejó consumir por él, como le pasó al autor de El guardián en el centeno.
Pero podemos conocer mejor su relación con nuestro mundo fotográfico gracias a las páginas de Cien años de soledad, que está lleno de referencias familiares que le contaron en los primeros años de su vida. Lo más curioso, que lo que denominan el Realismo mágico, era la vida de su familia, y que poco o nada hay inventado, tan sólo transfigurado por el lenguaje potente de un autor que se encerró durante un tiempo para lograr una de las cumbres de la cultura universal.
Cien años de soledad desde el punto de vista de la fotografía
Hay muchas referencias en la novela a la fotografía, muy significativas, que explican la relación de Gabriel García Marquez con el arte de la luz. Vamos a verlas a continuación:
El coronel Aureliano Buendía nunca dejó una foto
Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía.
Uno de los personajes pilares de la obra nunca dejó una foto para que le recordaran. De hecho su figura se perdió en la memoria del pueblo aún cuando él seguía haciendo sus pececitos de oro. Tenía alergia a las ganas de aparentar y aparecer que según él tenía todos los padres de la patria.
José Arcadio Buendía descubre la daguerrotipia
En verdad, José Arcadio Buendía estaba asustado la diáfana mañana de diciembre en que le hicieron el daguerrotipo, porque pensaba que la gente se iba gastando poca a poca a medida que su imagen pasaba a las placas metálicas [...] aunque nunca permitió que le hicieran un daguerrotipo porque (según sus propias palabras textuales) no quería quedar para burla de sus nietos.
La fotografía siempre es algo mágico, lo único capaz de detener el tiempo y de descubrir cómo son realmente las personas. No obstante, Melquíades es el que lleva el invento al pueblo después de abandonar a la muerte por no poder soportar la soledad. En cierta manera, aparecer en la fotografía es igual que morir y quedar para siempre detenido en tiempo, para mofa de los que vendrán después. Es curioso que la única foto de la familia sea un daguerrotipo, del que sólo hay una copia y en la que todos tienen que permanecer quietos para quedar registrados para la eternidad. Como curiosidad, José Arcadio Buendía quiso probar la existencia científica de dios a través múltiples exposiciones en su casa. Nunca lo consiguió, por eso la religión no entra en su casa. Él mismo destroza con su fuerza descomunal el laboratorio antes de terminar atado al castaño de la casa
El único recuerdo de Remedios es su daguerrotipo
...y puso el daguerrotipo de Remedios en el lugar en que se veló el cadáver, con una cinta negra terciada y una lámpara de aceite encendida para siempre. Las generaciones futuras, que nunca dejaron extinguir la lámpara, habían de desconcertarse ante aquella niña de faldas rizadas, botitas blancas y lazo de organdí en la cabeza, que no lograban hacer coincidir con la imagen académica de una bisabuela.
El uso de la fotografía como única fuente de recuerdo para uno de los pocos personajes joviales y lejano de la melancolía y soledad de la familia, la pequeña Remedios, mujer del primer Aureliano, muerta por culpa de un mal embarazo de gemelos, alguien que seguramente podría haber cambiado el curso de la historia de la familia narrada por Melquíades hasta el final de sus días.
Como veis, hay muchas cosas que hacen referencia a la fotografía en una novela que si todavía no la has leído, estas a tiempo para hacerle un homenaje al gran autor colombiano, Gabriel García Márquez.
FUENTE : AltFoto